No sabía, no comprendía
cuando Cristo tiernamente
me llamaba, me llamaba.
Pues mis ojos y mis oídos
se obstruyeron por
escoria del pecado.
Más un día, mis ojos abrió la luz
y mis oídos escucharon
la dulce voz de Jesús,
que me llamaba, me llamaba, me llamaba.
Recibo aliento y fuerzas nuevas
cuando Cristo a mi vida
hoy le habla, le habla.
Pues mis ojos y mis oídos
lo abrió con el poder
de su palabra.
Más un día, mis ojos abrió la luz
y mis oídos escucharon
la dulce voz de Jesús,
que me llamaba, me llamaba, me llamaba.
Más un día, mis ojos abrió la luz
y mis oídos escucharon
la dulce voz de Jesús,
que me llamaba, me llamaba,
me llamaba, me llamaba, me llamaba...!!!
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